Sentados los dos frente a la televisión; si ésta sala en la que estamos recostados contara nuestros encuentros con detalle, todo un libro tendría que ser escrito. He comprado una cajetilla de cigarros y ya llevamos la mitad, él fuma demasiado y yo simplemente me dejo llevar. Compartir un cigarro en la intimidad. Unas horas después, varias viandas y una botella de vino vacía comienza a despertar nuestro deseo, caricias y besos, sus manos rozando mis senos y jugando con ellos me excita cada vez más; llevo una falda puesta y mis medias se sienten cada vez más como una extraña prisión.
Me las quito rápidamente y me siento sobre él, sé que a él le gusta esta posición y lo beso mientras nuestras manos juegan con nuestros cuerpos. Le desabrocho el cinturón y se baja a medias los pantalones, adoro besar y lamer esa maravillosa firmeza entre sus piernas, sentirlo por completo dentro de mi boca y proporcionarle todo el placer que pueda.
No lo soporto más, lo deseo tanto que sólo hago a un lado mi ropa interior y lo obligo a penetrarme. Sentada sobre él me llena por completo y acaricia mis senos mientras mi cuerpo se arquea involuntariamente lleno de placer. Subo y bajo una y otra vez. Lo contemplo y me acerco a besarlo, él acepta mis labios y me deja jugar con su hermoso cabello lacio y negro. Sus manos sobre mi cadera me obligan a continuar mis movimientos mientras logra con fuerza golpear mis puntos más sensibles. Gemidos de placer, gritos llenos de pasión semiahogados por el miedo a que alguien nos escuche.
Él me doblega el orgullo -“No sabes cuánto te extrañé…” Susurro sin poder negarlo. Su sonrisa enigmática es la única respuesta.
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